sábado, 5 de septiembre de 2009

Casa Real de El Mirador


De los primeros reyes mayas, nunca ninguno será más poderoso que los gobernantes de esta antigua dinastía, ubicada en el centro de la densa selva de las Tierras Bajas Mayas Centrales se levanta esta imponente ciudad sobre una amplia y pantanosa cuenca en el norte de Guatemala. La región tiene poco agua corriente y potable, pero durante la temporada de lluvias, la precipitación se estanca en pantanos temporales circundados por crestas elevadas. Los asuntos agricultores mayas se adaptaron a la vida en aquellas tierras aprovechando las crestas para sus cultivos y explotando el cieno de pantanos y lagos para fertilizar sus campos. Según Richard Hansen director del proyecto Arqueológico el Mirador, el cieno orgánico era el motor económico de El Mirador.


Enriquecidos con sus abundantes cosechas, los reyes del El Mirador fundaron lo que algunos arqueólogos consideran el primer Estado maya y tomaron el control de las ciudades vecinas. Ordenaron a sus súbditos la construcción de una red de calzadas de roca triturada que cruzaba la selva hacia el Norte, el Sur, y el Oriente, alrededor del siglo I d.C. 100 d.C. Eje de aquel primer estado, El Mirador se convirtió en una de las ciudades mayas más grandes, con gigantescas pirámides u observatorios astronómicos, la más importante maravilla arquitectónica del asentamiento, conocida como complejo Danta, se eleva 70 metros sobre la plaza hoy en día es considerado el edificio de piedra más alto jamás construido por la antigua civilización maya. No obstante El Mirador debió pagar un alto precio por su grandeza. Los constructores de la ciudad cubrieron muros y suelos de residencias privadas y edificios públicos con gruesas capas de estuco, elegantes detalles que precipitó una de las primeras crisis ecológicas. Para preparar el estuco, los mayas debían calentar bloques de piedra caliza en hornos de carbón que alcanzaban temperaturas muy elevadas. 2Y hace falta una enorme cantidad de leña verde para producir carbón” apunta Justine Shaw, arqueóloga del Collegue of the Redwoods, California. De suerte que los constructores de El Mirador, apremiados por la necesidad de madera, talaron grandes extensiones de bosque. Por esa razón, durante la temporada de lluvias, el agua comenzó a arrastrar la tierra de los terrenos devastados hacia las marismas y lagunas, llenándolas eventualmente. Dado que los agricultores ya no podían extraer cieno para fertilizar sus campos, estos dejaron de producir y al menguar el alimento, lo mismo ocurrió con la población.


Hacia mediados del siglo III d.C. 300 d.C., la otra extensa ciudad de El Mirador se había convertido en una ciudad fantasma, víctima de la consunción de recursos u el colapso ambiental. Entre tanto, en otras zonas del boscoso bajío, en centros más pequeños como Tikal, dinastías más poderosas comenzaban a transforma la sociedad maya.

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